viernes, 12 de marzo de 2010

Cómo defienden algunos la tauromaquia.

Comidas y saraos de diputados invitados por ganaderos de toros de lidia en tierras castellanas. Parlamentarios franceses que llevan años dentro de un ataud y que ahora milagrosamente, refrendan con su firma el apoyo a la tauromaquia en Cataluña. Una Presidenta de Comunidad Autónoma, Esperanza Aguirre....

Por Julio Ortega Fraile.


Comidas y saraos de diputados invitados por ganaderos de toros de lidia en tierras castellanas. Parlamentarios franceses que llevan años dentro de un ataud y que ahora milagrosamente, refrendan con su firma el apoyo a la tauromaquia en Cataluña. Una Presidenta de Comunidad Autónoma, Esperanza Aguirre, que pretende dotar de más recursos económicos y protección a las corridas declarándolas Bien de Interés Cultural, y que ha manifestado que “sería estupendo que la UNESCO las reconociese como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”, cuando este Organismo las condena y ya dejó claro que las concibe como un acto inadmisible de crueldad con animales.

Los hechos reseñados, las puestas en escena del mundo taurino intentando ofrecer una imagen solidaria y bondadosa tras limpiar apresuradamente la sangre de sus manos, las consabidas mentiras sobre desapariciones de una especie - que no es tal - o el deterioro de dehesas - espacios protegidos por derecho propio y que sólo están ocupados por toros bravos en una proporción ínfima - sumadas a frases vacías de razón y de moral sana pero cargadas de hipocresía, al estilo de “el toro no sufre”, “prohibido prohibir”, o “atentado contra la libertad”, forman parte de una parafernalia urdida para justificar lo que sólo tiene un nombre: suplicio consentido de seres vivos.


Creo que quienes echan mano de estrategias que pasan por utilizar cadáveres para aparentar que son más, aquellos que responden al calificativo de “estómagos agradecidos”, los que mienten, los que entienden su libertad como sentencia de muerte para unos y obligatoriedad para otros de ser testigos de tan degradante costumbre, los que prefieren destinar recursos económicos a la muerte antes que al bienestar social, quienes elevan a valor sagrado y universal el martirio de un animal, merecen una reacción contundente de todos aquellos ciudadanos para los que el sufrimiento de un toro no es un espectáculo sublime, ni su sangre un licor que enaltezca sus sentidos.


Y el Señor Miquel Iceta asegurando que a la mayoría de sus colegas de Partido no les gustan las corridas, y que por encima de consideraciones estéticas y culturales, cada vez cobra mayor importancia la cuestión del respeto a los derechos de los animales, pero que aún así no están por prohibir nada. ¿Cómo se digiere esto?. “Ciudadanas y ciudadanos, no nos agrada que les roben a sus perros para dedicarlos a peleas, pero no estamos por la labor de impedirlo”. Señor Iceta, la prohibicion, cuando es de algo dañino, no es una imposicion arbitraria, es justicia.


Ya hemos visto bastante, en las plazas y fuera. Creo que son suficientes el derroche de salvajismo y de brutalidad, las muestras de hipocresía y los zarpazos recibidos en nuestras conciencias y bolsillos, como para seguir permaneciendo indiferentes. Que cada uno se pregunte si eso lo que quiere no ya para los toros, sino para si mismo y sus hijos y después, que obre en consecuencia. Si la respuesta es asco y dolor, el silencio no es una decisión honesta ni valiente. Porque callar, es consentir. La tauromaquia no nos hace más libres, sino esclavos de la tortura.


Julio Ortega Fraile

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